jueves, 20 de septiembre de 2012

Sin sangre azul ni corona

Comparto en mi blog el post de Lesbia Quintero, con las palabras de presentación que tuve la oportunidad de hacer ayer para el bautizo del reciente libro del profesor Jorge Rivadeneyra, "Sin sangre azul ni corona", editado por la Fundación Lector Cómplice. Fue un placer. 
https://www.facebook.com/notes/les-quintero/sin-sangre-azul-ni-corona/122091394605634 
 Aquí, las palabras:
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Sin sangre azul ni corona
de Jorge Rivadeneyra

E
l profesor Jorge Rivadeneyra nos abre hoy las páginas de ‘Sin sangre azul ni corona’, lo más reciente de su ya amplia y fructífera producción literaria, mucha de la cual, pensada y escrita para acompañar su también vasta y rica carrera académica.
¿A qué nos aproximamos?
A primera vista, el título podría sugerir que estamos ante un libro de cuentos de hadas o frente a una de las muchas historias tejidas alrededor de reyes, emperadores, príncipes azules y princesas de bocas de fresa. Pero no; no es de criaturas fantásticas ni de monarquías propiamente dichas de lo que viene a hablarnos el profesor Rivadeneyra, sino del atisbo de un tal sistema de gobierno que en nuestra América Latina estuvo a punto de cuajar hace ya unos doscientos años, y cuya amenaza de establecimiento ha seguido y aún sigue cerniéndose sobre nosotros, de manera explícita a veces, otras, solapada: Poderes centralizados  y gobiernos vitalicios han sido  ambicionados por una buena mayoría de los gobernantes de nuestros países latinoamericanos, quienes han pivotado muchas veces  alrededor de las ideas de la no-democracia, o de las democracias nominales con hegemonía personalizada en un caudillo. Cuba es tal vez el máximo exponente de este esquema, por no mencionar otros ejemplos no tan próximos.
Cuando nos preguntamos por los orígenes remotos de esta costumbre centralista y de poderes heredables, no conseguimos una respuesta sencilla, así como, por cierto, no se encuentran respuestas sencillas para nada que tenga que ver con la complejidad de un devenir histórico como el americano a partir de la llegada de Colón.
Jorge Rivadeneyra, abogado, doctor en Ciencias Jurídicas y Sociales, doctor en Filosofía de la Historia, coordinador de Fundaciones y Consejos Académicos interesados en escudriñar muchas de las inquietantes verdades latinoamericanas, profesor de varias universidades de nuestra región entre las que destaca nuestra querida Universidad Central de Venezuela, ha dedicado gran parte de su vida a descifrar el enigma de esta vocación de dominio exclusivo y excluyente ejercida por muchos de nuestros gobernantes. En el libro que hoy nos entrega plantea una aproximación según la cual, nuestro mismísimo héroe máximo don Simón Bolívar, Libertador de las Américas, fue quizá el primero de nuestros líderes quien, sin que podamos sospechar que por sus venas circulara sangre de tinte distinto al rojo característico, o que tuviera secretamente guardada en algún cofre ignoto la corona de algún zar que le hubiese bajo cuerda precedido, pretendió e hizo todo lo posible por convertirse en el emperador y gobernante máximo y vitalicio de todas las tierras por él libertadas.
Así, en los nueve capítulos de este nuevo libro del profesor Rivadeneyra, podremos encontrar referencias muy claras sobre este pasado no tan remoto, las cuales, tanto nos interesan, como que aún no hemos logrado execrar del todo, en nuestra región, el peligro de padecer autarquías declaradas o solapadas.  En las menos de cien amenas páginas de Sin sangre azul ni corona, Jorge nos ofrece la posibilidad de participar en una excursión en la que, una vez citado el célebre Yo Supremo de Augusto Roa Bastos, pasamos a preguntarnos si ha sido o no la muy rayada retórica anti-imperialista lo que ha motivado o justificado muchos de los sistemas tiránico-autárquicos establecidos en Latinoamérica, o si, más bien, no habrá sido una genética monárquica lo que ha salido siempre a flote cuando hurgamos en la evolución rizomática de nuestro proceso republicano, según la cual, la verdadera motivación de las guerras de independencia no habría sido el deseo de acabar con el dominio español, sino la de encontrar la manera de que el Rey de España reconociese privilegios peninsulares a los indianos o españoles nacidos en el Nuevo Mundo.  De acuerdo a esta tesis, no sólo la insurgencia acaudillada por Bolívar o San Martín tendría inspiración monárquica, sino que el mismo pueblo, cansado de pasarla mal, habría llegado algunas veces a gritar ¡viva el Rey, abajo el mal gobierno!
Dentro de esta misma búsqueda de causas, llega a catalogar Jorge nuestro “republicanismo” como una enfermedad según la cual, partiendo de que todos somos iguales, todos queremos ser superiores. De allí que, al tiempo que San Martín proponía resolver esta dificultad con la creación de la figura de un príncipe vernáculo, Bolívar sibilinamente proponía resolverla con la creación de una presidencia vitalicia, que no sería otra cosa que la versión criolla de la monarquía.
Así las cosas, Rivadeneryra aprovecha de hacernos participar en un excurso donde aborda referencias que conservan curiosa actualidad: el arrase de instituciones encabezado por Boves; la entrega de soberanías motorizada por ambiciones siderales y con fines narcisistas de algunos de los conductores de la independencia; el uso de la violencia para monopolizar el poder; la patria como negocio y la riqueza obtenida como posesión de tesoros y no como producto de la laboriosidad humana; y otros estigmas histórico-culturales que nos dificultado entender y asimilar que nuestro tan buscado enemigo muy probablemente lo llevemos dentro y que la responsabilidad de nuestro devenir es, definitivamente, propia e indelegable. 
Como sugiere Jorge en otro de sus exquisitos libros, Mito y utopía en la cultura de América Latina, y que cito para cerrar esta presentación,  muchos han creído que todo lo podemos resolver con un (y comienzo la cita) …sésamo ábrete ... el gobierno administra los yacimientos … al gobierno se llega afiliándose al partido … hagan cola señores. Con mucha paciencia, que ya llegará el turno … Desde luego no todos hacen cola …  no están dispuestos a esperar eternamente … apuestan a los caballos, compran la lotería… (cierro la cita)
Y digo yo, finalmente:
¿Será que, como apunta Jorge en el epílogo de su libro, debemos dejar de remover tumbas so pena de asfixiarnos en la hedentina?
¿Será que de una vez por todas debemos dedicarnos a trabajar sabiéndonos capaces de construir nuestro propio futuro bajo el signo de una democracia moderna, con instituciones y un estado fuerte que reconozca nuestro estatus de ciudadanos normales, y responsables de nuestros éxitos y errores?
Estoy seguro de que en estas páginas que Rivadeneyra deja hoy en nuestras manos, hay insumos valiosos y orientaciones para que cada uno de nosotros consiga mejores respuestas a muchos de los asuntos que nos atosigan, así como reforzada inspiración para la construcción de una ciudadanía que nos permita mejorar nuestra propia forma de vida.
Gracias Jorge por este nuevo aporte al acervo ya rico que nos has legado. Mis felicitaciones y mi deseo por el mayor éxito, para ti, para tu familia y para tu obra.

Enzo Pittari / Caracas, septiembre 19, 2012.
 

lunes, 10 de septiembre de 2012

Reseña de "La revolución sentimental" en Quéleer









La revolución sentimental
Enzo Pittari

Cualquiera que formalmente investigue sobre el fenómeno del poder en Latinoamérica, al revisar archivos y bases de datos sobre la literatura relacionada, se encontrará con que durante los últimos años se ha incrementado notablemente la cantidad de artículos y ensayos que tratan, de alguna manera, este experimento venezolano que se ha dado por llamar el socialismo del siglo veintiuno. Cientistas sociales, escritores y periodistas de distintas latitudes se han interesado más que en otros tiempos por Venezuela. Pero no por ello todo está dicho. Y mucho falta aún para entender y divulgar a cabalidad sobre este proceso social –y más que nada político- que nos ha tocado protagonizar a los venezolanos durante los últimos tres largos lustros.  Lo que sí podemos afirmar sin dudas, es que La revolución sentimental de la periodista española Beatriz Lecumberri no es un escrito más. Leído inmediatamente después de que el mismo fuera presentado el pasado jueves 30  de agosto en la librería Lectura I de Caracas, la primera sensación que me ha quedado es la de agradecimiento. Creo que como venezolanos podemos sentirnos satisfechos, por un lado, por el especial interés que Beatriz ha tomado en nosotros a fin de entendernos e interpretarnos, y luego, porque lo haya hecho de esta manera tan fluida, cercana y objetiva, propia de un periodista acostumbrado a llegar hasta la fuente primaria de cada información sin conformarse con el reprocesamiento de verdades previamente masticadas y mucho menos rumiadas entre estómagos emponzoñados.  Sumergida durante cuatro años en un mercado de ideas extremadamente polarizadas y de opiniones sesgadas, del cual a nosotros, los nacionales, nos cuesta tomar distancias y permanecer asépticos, Lecumberri nos entrega una verdad dialogada y recogida desde el mismo lugar de los acontecimientos, desde la voz viva de los mismos protagonistas.
Y no es que necesitáramos a alguien que de afuera nos dijese lo que somos o lo que hacemos o dejamos de hacer con lo que somos, sino que el proceso tan controversial que vivimos, llamado “revolucionario”, no nos resulta fácil explicarlo sin que se nos perciba tomando partido por una u otra de las visiones, tan encontradas las mismas que, aún después de catorce años, algunas encuestas sobre los próximos comicios a realizarse dentro de pocos días hablan de “empates técnicos”. Sólo que, tener la oportunidad de leer a una periodista equilibrada, de competencias puestas a prueba en muchas zonas del mundo políticamente álgidas, como pueden ser el Irak o el Oriente Medio de sus respectivos conflictos históricos, que se ha interesado en observarnos y en hacer una fotografía de nosotros donde los altos contrastes consiguen modularse y calibrarse hasta alcanzar su apropiado nivel de gris, es una oportunidad de lujo y algo que a cualquier observador local le hubiera resultado más difícil de lograr, simplemente, por la necesaria toma de partido que a uno le corresponde hacer cuando se es arte y parte de algo que es tan tuyo como puede ser tu país, tu ciudad, tu familia, tus afectos y sentimientos.
Y de sentimientos es que, precisamente, nos habla Beatriz Lecumberri, tal como se desprende del título del libro que algunas personas –quién sabe si acertadamente- han asociado con temas de autoayuda. Llegándonos a afirmar esta joven española, que la verdadera revolución que se ha producido y experimentado en los últimos años en Venezuela es una Revolución en los Sentimientos de las personas. Hoy sentimos cosas que no sentíamos ayer. Odios nuevos y gratuitos, rencores fabricados de la nada, ofensas proferidas sin justificativo alguno, las cuales, de inmediato, se traducen en rabia o, cuanto menos, en incomprensión; revanchas diferidas, nuevas capacidades de perdón, renovados umbrales de tolerancia o intolerancia –como sea que quiera decirse-. Una verdadera Revolución Sentimental.
Empleando como esquema literario una mezcla de la crónica, la entrevista, y del diario de viaje, Lecumberri nos entrega, en cuarenta historias agrupadas en cuatro capítulos: Patria, Socialismo, Muerte y Venceremos, una obra de fácil lectura, fresca, honesta y diáfana donde apartando los pocos pasajes donde aparece su propia voz, entrega la palabra a muchos de los actores reales de esta recientísima historia de Venezuela, personajes éstos, con variados roles y posición social o política quienes a partir de lo que dicen, llegan a ser reflejo claro de lo que sienten. Pudiera alguien interesado exigirle a la autora una toma de partido, pero ella no juzga, ni a priori ni a posteriori, haciendo gala, en vez, de la rigurosidad propia del periodista profesional que busca con empeño la construcción de una verdad, si no absoluta, al menos cercana.
Así pues, tenemos en nuestras manos un espejo bastante fiel donde mirarnos y donde mirar a nuestro prójimo cercano, quien muchas veces creemos está en la acera de enfrente pero que, realmente, está tan cerca de nosotros como para que sea perfectamente posible llegar a ignorar la supuesta brecha que nos separa. Es cuestión de sentimientos, fundamentalmente. Y el ser humano, voluntariamente está preparado para adoptar posiciones flexibles y tolerantes en las cuales, sin ignorar los sagrados principios de la libertad ni los valores primordiales de una sana y productiva convivencia, puede siempre comprender al otro y hacerse comprender a sí mismo, en aras de una construcción social marcada por las leyes de la Evolución, que no revolución, que es lo único para lo que los humanos estamos hechos.









Manual para el más alla en el Papel Literario de El Nacional

Comparto con mis lectores la publicación que sobre 
Manual para el más allá 
hicera el 
Papel Literario de El Nacional, 
este pasado sábado 8 de septiembre.