Sin
sangre azul ni corona
de
Jorge Rivadeneyra
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profesor Jorge Rivadeneyra nos abre hoy las páginas de ‘Sin sangre azul ni
corona’, lo más reciente de su ya amplia y fructífera producción literaria,
mucha de la cual, pensada y escrita para acompañar su también vasta y rica
carrera académica.
¿A
qué nos aproximamos?
A
primera vista, el título podría sugerir que estamos ante un libro de cuentos de
hadas o frente a una de las muchas historias tejidas alrededor de reyes,
emperadores, príncipes azules y princesas de bocas de fresa. Pero no; no es de
criaturas fantásticas ni de monarquías propiamente dichas de lo que viene a
hablarnos el profesor Rivadeneyra, sino del atisbo de un tal sistema de
gobierno que en nuestra América Latina estuvo a punto de cuajar hace ya unos
doscientos años, y cuya amenaza de establecimiento ha seguido y aún sigue
cerniéndose sobre nosotros, de manera explícita a veces, otras, solapada:
Poderes centralizados y gobiernos
vitalicios han sido ambicionados
por una buena mayoría de los gobernantes de nuestros países latinoamericanos,
quienes han pivotado muchas veces
alrededor de las ideas de la no-democracia, o de las democracias
nominales con hegemonía personalizada en un caudillo. Cuba es tal vez el máximo
exponente de este esquema, por no mencionar otros ejemplos no tan próximos.
Cuando
nos preguntamos por los orígenes remotos de esta costumbre centralista y de
poderes heredables, no conseguimos una respuesta sencilla, así como, por
cierto, no se encuentran respuestas sencillas para nada que tenga que ver con
la complejidad de un devenir histórico como el americano a partir de la llegada
de Colón.
Jorge
Rivadeneyra, abogado, doctor en Ciencias Jurídicas y Sociales, doctor en
Filosofía de la Historia, coordinador de Fundaciones y Consejos Académicos
interesados en escudriñar muchas de las inquietantes verdades latinoamericanas,
profesor de varias universidades de nuestra región entre las que destaca
nuestra querida Universidad Central de Venezuela, ha dedicado gran parte de su vida
a descifrar el enigma de esta vocación de dominio exclusivo y excluyente
ejercida por muchos de nuestros gobernantes. En el libro que hoy nos entrega
plantea una aproximación según la cual, nuestro mismísimo héroe máximo don
Simón Bolívar, Libertador de las Américas, fue quizá el primero de nuestros
líderes quien, sin que podamos sospechar que por sus venas circulara sangre de
tinte distinto al rojo característico, o que tuviera secretamente guardada en
algún cofre ignoto la corona de algún zar que le hubiese bajo cuerda precedido,
pretendió e hizo todo lo posible por convertirse en el emperador y gobernante máximo y vitalicio de todas las tierras por
él libertadas.
Así,
en los nueve capítulos de este nuevo libro del profesor Rivadeneyra, podremos
encontrar referencias muy claras sobre este pasado no tan remoto, las cuales,
tanto nos interesan, como que aún no hemos logrado execrar del todo, en nuestra
región, el peligro de padecer autarquías declaradas o solapadas. En las menos de cien amenas páginas de Sin
sangre azul ni corona, Jorge nos ofrece la posibilidad de participar en una
excursión en la que, una vez citado el célebre Yo Supremo de Augusto Roa
Bastos, pasamos a preguntarnos si ha sido o no la muy rayada retórica
anti-imperialista lo que ha motivado o justificado muchos de los sistemas
tiránico-autárquicos establecidos en Latinoamérica, o si, más bien, no habrá
sido una genética monárquica lo que ha salido siempre a flote cuando hurgamos
en la evolución rizomática de nuestro proceso republicano, según la cual, la
verdadera motivación de las guerras de independencia no habría sido el deseo de
acabar con el dominio español, sino la de encontrar la manera de que el Rey de
España reconociese privilegios peninsulares a los indianos o españoles nacidos en el Nuevo Mundo. De acuerdo a esta tesis, no sólo la
insurgencia acaudillada por Bolívar o San Martín tendría inspiración
monárquica, sino que el mismo pueblo, cansado de pasarla mal, habría llegado
algunas veces a gritar ¡viva el Rey,
abajo el mal gobierno!
Dentro
de esta misma búsqueda de causas, llega a catalogar Jorge nuestro
“republicanismo” como una enfermedad según la cual, partiendo de que todos
somos iguales, todos queremos ser superiores. De allí que, al tiempo que San
Martín proponía resolver esta dificultad con la creación de la figura de un príncipe vernáculo, Bolívar
sibilinamente proponía resolverla con la creación de una presidencia vitalicia, que no sería otra cosa que la versión
criolla de la monarquía.
Así
las cosas, Rivadeneryra aprovecha de hacernos participar en un excurso donde
aborda referencias que conservan curiosa actualidad: el arrase de instituciones
encabezado por Boves; la entrega de soberanías motorizada por ambiciones
siderales y con fines narcisistas de algunos de los conductores de la
independencia; el uso de la violencia para monopolizar el poder; la patria como
negocio y la riqueza obtenida como posesión de tesoros y no como producto de la
laboriosidad humana; y otros estigmas histórico-culturales que nos dificultado
entender y asimilar que nuestro tan buscado enemigo muy probablemente lo
llevemos dentro y que la responsabilidad de nuestro devenir es,
definitivamente, propia e indelegable.
Como
sugiere Jorge en otro de sus exquisitos libros, Mito y utopía en la cultura de América Latina, y que cito para
cerrar esta presentación, muchos
han creído que todo lo podemos resolver con un (y comienzo la cita) …sésamo ábrete ... el gobierno administra
los yacimientos … al gobierno se llega afiliándose al partido … hagan cola señores.
Con mucha paciencia, que ya llegará el turno … Desde luego no todos hacen cola
… no están dispuestos a esperar
eternamente … apuestan a los caballos, compran la lotería… (cierro la cita)
Y
digo yo, finalmente:
¿Será
que, como apunta Jorge en el epílogo de su libro, debemos dejar de remover
tumbas so pena de asfixiarnos en la hedentina?
¿Será
que de una vez por todas debemos dedicarnos a trabajar sabiéndonos capaces de
construir nuestro propio futuro bajo el signo de una democracia moderna, con
instituciones y un estado fuerte que reconozca nuestro estatus de ciudadanos
normales, y responsables de nuestros éxitos y errores?
Estoy
seguro de que en estas páginas que Rivadeneyra deja hoy en nuestras manos, hay
insumos valiosos y orientaciones para que cada uno de nosotros consiga mejores
respuestas a muchos de los asuntos que nos atosigan, así como reforzada
inspiración para la construcción de una ciudadanía que nos permita mejorar
nuestra propia forma de vida.
Gracias
Jorge por este nuevo aporte al acervo ya rico que nos has legado. Mis
felicitaciones y mi deseo por el mayor éxito, para ti, para tu familia y para
tu obra.
Enzo
Pittari / Caracas, septiembre 19, 2012.