martes, 17 de abril de 2012

Las fronteras humanas en La pena


Las fronteras humanas en
La pena
(de La frontera de cristal de Carlos Fuentes)



De acuerdo a nuestro plan de reseña de la novela La frontera de cristal de Carlos Fuentes, a partir de esta entrega nos adentraremos en aquellos relatos, de los nueve que conforman la novela, donde más resalte esta noción de Frontera Humana que nos hemos propuesto destacar con este trabajo. Daremos inicio hoy con la pieza intitulada La pena.  
Como ya dijimos, se trata de comprender y ponderar el peso relativo de la llamada frontera humana sobre la percepción de transparencia que los pasos fronterizos ofrecen al emigrante que penetra o, a lo sumo, intenta traspasarlos.
Para ponernos en contexto, en La pena, su protagonista, el médico Juan Zamora hace postgrado en USA becado por su padrino el magnate Don Leonardo Barroso. Zamora vive en Itaha, cerca de una fábrica de armas destinadas al uso del ejército salvadoreño. Acaba de ganar R. Reagan la presidencia de los Estados Unidos, mientras, en México, López Portillo afianza la explotación petrolera. Juan se aloja en la casa de T. Wingate, negociante de armas que contrata con el Pentágono. En la convivencia, Juan refiere una noción de su origen mejicano edulcorada y alejada de su realidad precaria, en la cual, por pena, por vergüenza, oculta su condición social, llegando a ser percibido por los Wingate como un heredero de la aristocracia española. Durante sus prácticas médicas Juan se enamora de su colega Jim descubriendo su inclinación homosexual, lo cual, se traduce en conflictos existenciales y de convivencia con sus arrendadores. Juan, en un acto de honesta comunicación, llega a revelar a Jim su verdadera extracción social, al cabo de lo cual se producen, tanto el rompimiento de la relación entre ambos, como la deserción de Juan de sus estudios y su consecuente regreso a México. Años después, los Wingate viajan de vacaciones a México y Becky, la hija de la familia, se empeña en ir a encontrar a Juan, lo cual, y sin siquiera llegarlo a ver, les hace descubrir el verdadero estatus de Juan.  Por ese entonces, Juan trabaja en un hospital del seguro social y vive sumergido en un sueño recurrente donde regresa a Cornell y camina de la mano de su amante llegando juntos a suicidarse, en el mismo puente donde, por lo demás, tanta gente suele terminar sus días.
Dentro de la novela, La Pena es quizá el relato más elocuente en cuanto al peso de la frontera humana dentro del proceso migratorio de los mexicanos hacia el norte. En las peripecias del protagonista, no entra en juego el cruce de la frontera material propiamente dicha, sino que prevalencen las vivencias de quien ya vive formal y legalmente en el territorio estadounidense cumpliendo una misión personal importante. Zamora no ha tenido, como otros mexicanos, que vencer grandes barreras físicas, territoriales o legales para “colarse” al otro lado de la línea, por lo que es entonces muy significativo poder detectar en él cuáles son los síntomas y signos de exclusión que, erigidos en frontera humana, le hacen realmente infeliz.
En primer lugar, Zamora se considera un “pobre”. Es claro que su posición económica no es holgada, –de lo contrario no necesitaría de la beca de Barroso-, pero, objetivamente, tampoco puede decírsele realmente “pobre” (logra cubrir sus gastos suficientemente). Ahora bien, en su mente, él se considera realmente tan escaso de recursos económicos que, inclusive, hasta se avergüenza de ello; al punto, de sostener un engaño hacia la familia que lo alberga sobre sus presuntas “posesiones en México”  el cual, termina siendo develado al final del relato. Este sentimiento que lleva a Zamora a fabricar una mentira, lo hace realmente infeliz y termina reforzándole una propia barrera excluyente que juega muy en contra de una posible mutación que le permita asimilarse, recluyéndolo y aprisionándolo dentro de sí mismo, al evitarle mostrar su propia realidad. 
El siguiente factor discriminante para Zamora es su condición de nacional mexicano: Es cierto que la condición de latino-mexicano –chicano-, en USA, es causal explícita de rechazo; no obstante, en el medio universitario, esta condición no llega a tener tanto peso como en otros ambientes. Aún así, para Juan, su mexicanidad constituye un fuerte motivo de exclusión. Ni siquiera porque llega a cristalizar una relación amorosa con un compañero de estudios estadounidense –Jim-, deja de sentirse Zamora un excluido.
A partir de esto último, enlazamos con el tercer factor de separación o desagregación: la  homosexualidad de Zamora. La misma, que en un sentido amplio la pudiéramos enmarcar dentro de lo que se pudiera llamar una discriminación de género, sumada a las dos anteriores confluye en un cuadro que presenta al protagonista en un estado de depresión severo, donde su sentimiento de exclusión le lleva a tener sueños suicidas que delatan un conflicto no resuelto, aún después de haber regresado a su tierra de origen.
Además de esos tres factores resaltantes que están a la raíz de los sentimientos de exclusión de Juan, habría que mencionar, adicionalmente, cosas como la barrera idiomática, su background educacional formal, sus hábitos y costumbres alimenticias, sus rasgos étnicos y gestuales. Pero de ello Fuentes no nos da pista específica.
Finalmente, y para cerrar esta revisión de las fronteras humanas o de los miedos que se detectan en el relato “La Pena”, nos parece pertinente citar a Todorov:  “…La dignidad de los hombres no procede, sin embargo, sólo de este amor y esta compasión que otro puede concederles… …procede también del interior de ellos mismos. Y es que los hombres, aunque hechos estén de la misma madera, no están por ello hechos de una sola pieza. El miedo, la tontería, la mezquindad, el orgullo son cosa nuestra; pero no solo eso.  En cada uno de nosotros yace otra aspiración…”  Y refiriéndose al modo de describir esta aspiración, Todorov cita a Gary, quien emplea metáforas que unen lo alto y lo bajo, como las raíces del cielopara, más adelante decir: “…para los indios de México, es “el árbol de la vida”, que les impulsa a unos y otros a caer de rodillas y levantar los ojos golpeándose el pecho en su tormento (…). Intentan arreglarse entre sí, responder ellos mismos a su necesidad de justicia, de libertad, de amor…”.  En Juan Zamora, este “arreglarse entre sí” llega al extremo de “arreglarse a sí mismo” e ignorar y hasta menospreciar al otro y a lo otro al otro lado de su propia frontera interior. Tal vez, este fenómeno quede mejor recogido en otra obra de Fuentes también constituida por una colección de relatos: “Todas las familias felices”. En este libro hay una historia intitulada “Madre Dolorosa” donde, referido a los sentimientos surgidos en un inmigrante que regresa a su pueblo después de un tiempo, podemos leer: “…Le juro que no es purita sospecha. Un día volví por purita emoción, señora, eso que ustedes llaman “nostalgia” y primero nadie me reconoció pero cuando se corrió la voz, “Es José Nicasio que ya regresó”, me miraron con tanto rencor unos, con avaricia otros, distancia los más señora, que decidí ya nunca volver al lugar de donde salí. Pero, ¿puede uno cortarse para siempre las raíces?...”  Este pasaje evidencia la fuerza extraordinaria de la frontera humana que funge como mampara de doble vía, tanto para irse como para regresarse.

·       Fuentes, Carlos. (2006). Todas las familias felices. México. Alfaguara-Santillana.
·       Todorov Tzvetan. (2002).   Memoria del mal, tentación del bien. Indagación sobre el siglo XX. Barcelona, España. Ediciones Península.

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