lunes, 1 de marzo de 2021

Una respuesta para Venezuela, ¿global o local?

Una respuesta para Venezuela, ¿global o local?

En la práctica, cualquier asunto de apariencia local siempre repercute en todo aquello que le rodea, asimismo, cualquier asunto visiblemente global, casi siempre influye en cada diminuto espacio de la vida individual que contiene. Y si pensamos en un mundo hiperconectado como el nuestro, estas afirmaciones cobran mucha más fuerza.  

Desde el comienzo de nuestra tragedia venezolana del siglo XXI, los esfuerzos por encontrarle soluciones han oscilado entre lo local y lo global sin consumación plausible. Mientras unos han afirmado que la solución es interna, otros han aspirado respuestas desde afuera.

Tuvimos un período en que multitudes de ciudadanos inundaron con sus manifestaciones las principales calles de las mayores ciudades del país. Fue la época de ‘las marchas'. Marchas que en algunos casos insuflaron esperanzas mientras que en otros  llenaron de dolor a la familia.  

Durante esas gestas ciudadanas, creíamos mucho en que la solución era doméstica. Contábamos con alto espíritu democrático y el deterioro material del país aún no había tocado los extremos. Y no es que la calamidad fuese sólo nuestra, ya en ese entonces se perfilaba como un problema continental. Sin embargo, dominaba aún la idea de la solución local. Algunos pensaron que bastaba aproximar a Miraflores a una mayoría de ciudadanos protestando con tan solo sus pechos por escudo, otros, menos candorosos, creyeron que la gesta cívica haría cristalizar una actuación patriótica de los oficiales demócratas para ese entonces activos. 

Si algo caracterizó esta etapa fue el convencimiento de que la solución estaba en nuestras propias manos, incluso, llegamos a lamentar y asumir, no sin amargura, que ni siquiera los países hermanos latinoamericanos se hacían eco de la desgracia venezolana. 

Cabe decir de ese entonces que, aun cuando nuestro problema tuviera ya trascendencia global, la solución al mismo tenía que ser local.   

Foto de dominio público

Pasó el tiempo y, poco a poco, la comunidad internacional fue tomando conciencia de que el tema Venezuela se extendía más allá de los 912.050 Km2. de su territorio. Así, fuimos llegando la penúltima etapa de nuestra desventura, en la cual, con eje en la personalidad de un joven desconocido de apelativo Juan, llegamos a contar con el respaldo internacional de unas 60 de las más importantes democracias del globo, americanas, europeas y de cualquier latitud y rango. Hubo, así, personas que se declararon proclives al extremo de un asalto militar multinacional, también hubo quienes, en cambio, creyeron y trabajaron por una negociación dialogada y amplificada con actores de buena voluntad y prestigio mundial. Nada se concretó. La intervención militar era imposible y la conversación civilizada de mesa sólo generó angustia y vacío. 

En esta etapa, aún cuando la desgracia seguía siendo esencialmente local, llegamos a creer que la salida era necesariamente global


Y tal como ocurre en la mayoría de las veces en que se enfrentan situaciones complejas, tanto naturales como sociales, los procesos que desencadenan cambios efectivos nunca son meramente locales ni tampoco absolutamente globales. En cambio, prevalecen las vistas conectadas, ecológicas, que van desde el nivel celular y microscópico de una simple bacteria hasta la amplitud orgánica propia de los cuerpos multiformes. 

Hoy Venezuela exige armonizar tanto los recursos capitalizables en casa como los disponibles en el mundo entero. 

Así que, por ningún motivo podemos diluir o permitir que se esfume la fuerza acumulada hasta hoy en las distintas cancillerías amigas. Inclusive, debemos propiciar que aquellas no tan amigas puedan acercarse y contribuir al alivio de cuanto apremia.

Y sobran también motivos para conseguir que las distintas fuerzas centradas en la sociedad civil, en los partidos políticos y en  los liderazgos reconocidos o emergentes, aprovechen la ocasión histórica de compartir una unidad de propósito y acción que, remando al unísono o casi, nos permita evitar el naufragio asegurado por la dispersión al uso. 

Hasta aquí el mensaje principal de esta nota. 

Si luego quisiéramos aterrizar estas ideas en una ‘lista’ de acciones concretas, luce oportuno reiterar algunas de las sugerencias que muchos compatriotas vienen esbozando con los variados matices de sus distintas propuestas. 

Trataré de organizar un conjunto de dos bloques, el Local y el Global, consciente de que, como dicho, se trata de instancias inseparables.

En lo local debemos:
No perder de vista el poder del voto. La democracia, como sabemos, es forma y fondo. Dentro de las formas, el voto es quizá el mejor exponente, por mucha manipulación indeseable de que sea objeto.
Tener en cuenta que ese poder del voto es directamente proporcional a un propósito ‘envolvente’ y unitario que provenga de una estrategia compartida y compuesta de esfuerzos escalables, combinados y sostenidos, según vayan exigiendo las circunstancias.
Razonar que dicho poder es también proporcional al respeto de unas reglas de juego inviolables que sostengan esa unidad de propósito, y, finalmente,
Coincidir en que la eficacia del voto es finalmente proporcional a la virtud del ente comicial, la cual, bastaría que fuese razonable y controlable mediante unas elecciones equitativas en oportunidades.
Debemos, en paralelo, tender los hilos y entrelazar las capacidades necesarias para dar inicio tan pronto como sea posible a los proyectos de reconstrucción necesarios para aliviar la penuria generalizada. La salud, los servicios básicos. Al respecto, mucho del ‘deber ser’ está ya explayado en los distintos capítulos del denominado Plan País. Queda mucho por comunicar y compartir. Se requiere coaligar voluntades dentro de cada instancia social y política. Las asociaciones de vecinos, los sindicatos, las cámaras de comercio y empresa, las asociaciones de profesores, las universidades, la iglesia, los partidos políticos…

Por otra parte, en lo Global:
Es necesario que el apoyo de esas 60 democracias no cese en su intención. Al contrario, más allá de los signos políticos cambiantes en cada país, debería conseguirse que cada estado refrendara su apoyo, el cual y en todo caso, no es otro que el apoyo a la vida en democracia. El Globo no será del todo democrático mientras haya un solo país bajo régimen de fuerza.
Dentro de este apoyo, quizá la garantía más importante a lograr sea una observación electoral internacional técnicamente impecable y suficientemente amplia.
Puede ser también pertinente modular las sanciones que han sido impuestas al país, lo que no implica aliviar sanciones a individualidades demostradamente incursas en delito.
Hay finalmente que adelantar y gestionar los respaldos financieros que se requerirán para la reconstrucción del país y, aun en el entendido de que esto se haya ya barajado, no sobrará cuanto pueda adelantarse en materia gerencial y de aplicación, uso y control de estos eventuales fondos.

Convencido del valor de cada esfuerzo, creo apropiado darle a cada cosa su importancia específica. Este intento de unir-separar-clasificar-ordenar lo Local y lo Global es un enfoque que funciona sólo bajo una visión de conjunto, y hago por último votos porque nuestra dirigencia así lo esté considerando.

@enzopittari