miércoles, 13 de abril de 2011

¿Gobierno nervudo o gobierno nervioso? Tercera y última entrega


¿Un gobierno nervudo o un gobierno nervioso?
 Tercera y última entrega

-La política como acelerador del bien común-

Voy a consignar en esta entrega unas últimas ideas relacionadas con este amplio tema. Nunca pretendí agotarlo, por su puesto, pero me parece que con lo que sigue y con lo que ya he propuesto en las anteriores entradas, hay material suficiente para una reflexión nutritiva sobre la importancia del conocimiento en la generación e instrumentación de las políticas que a todos atañen, así como de la consideración de las políticas de interés público en la generación de conocimiento acorde.  Así que vamos a ver de seguidas algunos conceptos relacionados con la interrelación entre política, bien común y desarrollo social. 


La política como instrumento para crecer

Se afirma que la tarea de la política consiste en promover el “interés público” o el “bien común” de una sociedad, además de todos los intereses especiales o menores, y por encima de ellos.
Si admitimos la existencia de tal bien común, y que la vida social no se agota en los conflictos de grupo, de partido, si aceptamos que somos capaces de dialogar, de entender al otro, de entendernos como parte de un todo, debemos preguntar cuál es este bien del que estamos hablando.
La respuesta puede ser todo lo compleja que queramos, pero, para simplificar y así seguir desglosando otros aspectos que nos interesan, podríamos aceptar que, dentro de la diversidad cultural que nos caracteriza, un valor común es el que ampliamente se asocia con   la “supervivencia de la familia y la comunidad”.
En esta búsqueda del bien común, el profesor Deutsch –ya citado- nos plantea cuatro (4) categorías de sistemas u organizaciones políticas según sea su probabilidad de supervivencia, de menor a mayor:
1.    Sistemas autodestructivos,
2.    Sistemas no viables,
3.    Sistemas viables, y
4.    Sistemas que se auto-desarrollan y auto-mejoran.
Las tres últimas categorías pueden parangonarse con la noción médica de “salud”, y corresponden precisamente al concepto de “progreso evolutivo” empleado por los biólogos:
Así, una persona saludable, es capaz de desarrollarse por sí misma y de mejorar su desempeño en función de sus aspiraciones de vida y bienestar (categoría 4). Y su vida tiene perspectiva, futuro, en la misma medida en que las condiciones que le amparan y rodean, le permitan retornar a un punto de equilibrio razonable ante cualquier enfermedad. Hablamos así de un sistema viable, (categoría 3). Inclusive, puede darse que una persona, de pronto, se enfrente con una enfermedad que no tiene cura determinada, un cáncer invasivo, por ejemplo; decimos entonces que no es probable que perdure, no es viable (categoría 2). Por último, están aquellas personas que se auto-flagelan, se auto infringen daños, por ejemplo quienes se sumergen en el mundo de la droga, la bebida, la delincuencia inclusive y, quienes hasta se suicidan; y es aquí cuando entramos en la primera categoría y hablamos de autodestrucción.
Este símil es muy útil a la hora de analizar sistemas sociales y de valorar cuál es el tipo de sistema político que prevalece en nuestra sociedad en un determinado momento. Inclusive, y visto así, puede llegarse hasta a cuantificar si existe o no en nuestra sociedad un progreso evolutivo sostenido o, por el contrario, un proceso de destrucción negligente o programada de los valores de bienestar alcanzados en el pasado. Bastaría para ello, por ejemplo, con observar el funcionamiento de cosas que por antonomasia son parte del Bien Común,  como decir los servicios públicos de cualquier ciudad. Resultan, prácticamente, un termómetro infalible: Pregúntese y respóndase, por ejemplo, cómo están cosas como Seguridad, salud, mercados, transporte, electricidad, telefonía, escuela, manejo de los dineros públicos, etcétera.  Basta mirar alrededor de uno mismo para saber cómo andan estas cosas y deducir, así,  cuál de las cuatro categorías señaladas nos calza mejor.
Y claro, no querremos quedarnos con el diagnóstico. Vistas las conclusiones, y en el supuesto caso de que no clasifiquemos en la mejor de las categorías, será necesario saber cómo nos organizamos para saltar a la categoría siguiente, hasta llegar, finalmente,  a la de máxima probabilidad de supervivencia, la de salud plena.

Crecer ¿de qué manera?

¿Cómo se planea ese tránsito hacia categorías superiores?  No es un trabajo sencillo ni reductible a unos pocos aspectos. Son varias las dimensiones a considerar.  La experiencia de los países exitosos indica que la primera dimensión de desarrollo de un sistema político es la referida a sus recursos humanos y a los progresos alcanzables en su salud física y mental.
En segundo lugar, se plantea el desarrollo económico, lo que debe incluir, en particular, los montos de factores de producción disponibles, capital, tierra, y trabajo, así como el desarrollo de la capacidad y el conocimiento tecnológico. En este particular, no es suficiente observar el crecimiento del PIB sujeto sólo a la actividad comercial propia de las economías de transacción o de puerto. Es fundamental que mucho del crecimiento aspirado provenga de una acción industrial, productiva, transformadora y creadora de valores propios, aunque nutridos con tecnologías y materias provenientes de cualquier parte del mundo. 
En tercer lugar, está la capacidad de utilización flexible de los recursos materiales y humanos según sean las exigencias y las restricciones impuestas por una situación dada.  Las reservas operativas juegan un papel primordial. Se trata de la adaptabilidad de la sociedad a los cambios que le impone el entorno.
El cuarto eje se refiere al aumento de la autonomía o de la autodeterminación, lo cual, indefectiblemente debe asociarse con el crecimiento de factores que propician la cohesión social, es decir, el alcance, la velocidad, el desarrollo y la eficiencia de las comunicaciones internas, así como también, el desarrollo en el desempeño de la conducción del sistema, haciendo uso eficaz de los mensajes que la población como un todo envía a los gobiernos. No se admiten particiones, parcelas, segregaciones, sectarismos. Un gobierno es de todos los nacionales y debe ser para todos. Y este gobierno debe trabajar para la “salud” de todos sus conciudadanos, sin distingo de ningún tipo.
Una quinta dimensión, se refiere a la capacidad de reorganizarse o transformarse de una sociedad. Cada situación nueva requiere una manera nueva de abordaje y manejo. Flexibilidad de criterio, autonomía para la atención de los asuntos, inteligencia distribuida y descentralizada, aunque, por supuesto, alineada con una noción compartida del bien común perseguido.
Por último, debemos considerar la visión de desarrollo a largo plazo. Los humanos, a diferencia de las hormigas, tenemos la capacidad de desplegar formas complejas de organización, en las cuales, el desarrollo individual debe compaginarse con el desarrollo de la familia, la comunidad  y los demás niveles autónomos de ordenación en los que interactuamos.  En este sentido, el desarrollo autónomo y la autodeterminación realzada de los individuos son de importancia medular. Ello va estrechamente unido a la creatividad social, intelectual y emocional, y la capacidad para el comportamiento integrativo, elementos que, unidos al respeto de la regla de la mayoría, a la protección de las minorías y a la institucionalización del disenso, proporcionan a las sociedades y sus sistemas políticos una amplia serie de recursos e instrumentos para el rápido aprendizaje social y la innovación.
“El fin es que los ciudadanos sean más capaces de actuar en política con los ojos abiertos.”

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