De los rasgos necesarios y deseables en la
Venezuela que aspiramos
En los últimos tiempos, estoy teniendo la fortuna de contar con suficiente espacio y disposición para revisar algunos viejos libros de mi biblioteca que, en razón a prioridades establecidas muchas veces sin tanta razón o justificación, hacía tiempo no desempolvaba. Y resulta que compruebo, cada vez con más fuerza y con no poco asombro, cómo muchas de las cosas que hoy representan fuertes carencias, ya lo han sido en un pasado si se quiere no tan remoto.
Uno de los aspectos de la gerencia que siempre me he esmerado en resaltar y cuidar en cualquiera de las gestiones que me ha tocado realizar en mi vida profesional, es la necesidad de dar, a quien corresponda, el reporte cierto, sano y periódico de la responsabilidad que asumimos. En términos simples y técnicos, siempre resumí esta necesidad a mis colaboradores con una palabra que los no siempre simpáticos gringos emplean a ultranza en sus empresas –e inclusive en sus sencillos actos de vida cotidiana– que es el accountability. Esta palabra, –sin querer darle importancia sintomática al asunto-, si la buscamos en un diccionario traductor encotraremos que no tiene equivalente directo y exacto en nuestra lengua; no obstante, la conocemos y la aplicamos por la vía de una frase compuesta de las tres simples palabras castizas siguientes: rendición de cuentas; que no es igual pero se ajusta perfectamente a la idea.
El hecho es que esta noche he vuelto sobre la obra del trujillano Mario Briceño Iragorri, y encontrado la referencia de una conversación suya con el ya para ese entonces ex-presidente López Contreras quien en 1937 hablaba de una "crisis de hombres" en Venezuela. A lo cual, don Mario argüía a su amigo que, realmente, si podía hablarse de una crisis no era precisamente de gentes ni de capacidades en sí, sino que era ...de sentido de responsabilidad en los funcionarios públicos, muchos de ellos avocados, por falta de examen de sus propios recursos, al ejercicio de funciones en las cuales no les era posible dar rendimiento alguno... y prosigue don Mario, y ya en el ensayo de donde extraigo esta historia, escrito en 1950 (*), con unas palabras que parecieran escritas hoy mismo, 2011: ...Esta crisis sigue vigente, sin que haya visos de que pueda remediarse...
Son cosas de la historia. Sin embargo, intentando someterla a cierta verificación empírica –aunque no científicamente sistemática- me consigo que en muchísimos de los jóvenes talentos venezolanos con los que me ha tocado interactuar en mi reciente retorno a la vida universitaria, consigo que hay una energía especial y un talento dispuesto a actuar y a rendir cuenta de lo hecho. Confieso que es algo que me energiza y me abre una ventana de esperanza en medio de esta situación llagada de malas noticias, desencuentros, fugas, muertes y demás síntomas necrofílicos. Creo que hay un latir en positivo entre los más jóvenes; entre aquellos que están listos al bate.
A nosotros, los mayorcitos, nos tocará ayudarlos a que no cometan los errores rancios de los que está plagada nuestra historia, la reciente y la no tanto.
(*) Briceño Iragorri, Mario. (1972). Mensaje sin destino. Ensayo sobre nuestra crisis de pueblo. Caracas. Monte Avila Editores.
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