Gabriela Olivo de Alba, a través de
"Ojo de la cerradura"
Diario onírico de una excelsa mexicana que muchas veces despertó a las faldas del Ávila
Tengo hoy el privilegio de palpar mi ejemplar dedicado, numerado 20 de 100, de Ojo de la cerradura.
Antes tuve la fortuna de leer el manuscrito y, de seguidas, preparar unas líneas que Gabriela tuvo el gusto de incorporar a las páginas finales de esta su opera prima, pero ahora, el objeto libro vive y transita, y es diferente y emocionante la experiencia.
La delicada edición estuvo a cargo de la Editorial Lector Cómplice. Lesbia Quintero mediante.
Así, cobra vida un nuevo fruto de las jugosas e intensas jornadas de aprendizaje y trabajo literario compartidas hace algún tiempo con Gabriela, de la mano magistral de Israel Centeno. Desde aquel entonces nació mi admiración por Gabi y por su verbo, oral y escrito, la cual, no ha dejado de crecer en el tiempo.
A continuación refiero para mis lectores lo que me inspiró en enero pasado el manuscrito de esta peculiar obra, que hoy podemos encontrar en los estantes de las principales librerías de Caracas:
“El
ser que puede ser comprendido es lenguaje”, o,
“El
ser, que puede ser comprendido, es lenguaje”.
Con o
sin comas, esta frase lapidaria del filósofo de la hermenéutica Hans-George
Gadamer, cabe perfectamente para pensar a Gabriela Olivo de Alba. No conozco
otra persona que la encarne de forma tan cercana.
Basta oírla hablar, a Gabriela, hasta de
trivialidades cotidianas, para extasiarse de su verbo bien organizado y timbrado, y para comprenderla como una
persona que pareciera bastarse en la vida por sus solos enunciados.
Gabriela
es definitivamente lenguaje, y la crónica onírica que nos ofrece en este libro,
donde recoge una minúscula parte de lo que conozco como su expresión escrita,
es muestra suficiente para saber que en ella, el ser y el lenguaje se hacen
indistintos y que, no sólo podemos comprenderle lo uno a partir de lo otro,
sino que como en un juego de luces y sombras tenemos en las siguientes páginas
la oportunidad de acercarnos a su llama expresiva a través de las palabras de
sus propias noches.
Sueños
que iluminan días.
Vericuetos
de la lingüística crepuscular que nos acercan a la comprensión de su alba.
No soy
especialista en sueños; es más, nunca recuerdo lo que tal vez sueño. Pero la
lectura de cada una de las siguientes piezas ha conseguido lanzar mi
imaginación a un espacio que, aún siendo más que íntimo ajeno, he hecho mío
navegándolo a partir de los estímulos que cada frase ha conseguido engendrar en
mi ser de lector que también aspira a comprenderse, a ser comprendido, y que
también desea que sus sueños puedan llegar a hacerse lenguaje.
Enzo Pittari,
Enero
de 2014.
No hay comentarios:
Publicar un comentario